¿Hasta dónde nos comprometemos con nuestra responsabilidad en Recursos Humanos?

Los cuestionamientos sobre la responsabilidad de las empresas en la educación de los colaboradores; la generación de conciencia social; y la formación de los principios éticos son esenciales para generar valor tangible e intangible desde el nivel empresarial y su comunidad, su organización, hasta la visión de la industria y el país.

Educar en conciencia ética desde el rol de líder es una responsabilidad en los dirigentes de las empresas, la cual es vital señalar y con importante participación desde RH.

Sabemos que la gestión de Recursos Humanos es estratégica y operativa para apoyar al negocio en los temas de crecimiento, mejora y expansión; así como para resaltar que la gente es quien hace los cambios, quien produce los resultados. Si bien nos hemos volcado a canalizar los esfuerzos hacia mover la aguja de resultados para la empresa, nuestra gran responsabilidad está en la formación de los colaboradores, más allá de lo que la empresa necesita.

El colaborador es un ser humano integral que carga con todas sus cualidades, habilidades, conocimientos y energía; así como con sentimientos, experiencias, problemas, decisiones personales y defectos, que en ocasiones nombramos elegantemente como “áreas de oportunidad”; pero estas cuestiones son las mismas que nos obligan a conocer la manera en la que se ven involucradas en el ámbito laboral.

El enfocarnos sólo en el aspecto de “trabajadores” es desconocer que el crecimiento personal sustentable se da cuando el individuo se desarrolla en todas las esferas de la vida. Entonces podemos reconocer que hay algo más profundo que debemos hacer en nuestros programas formativos organizacionales.

Cuando la persona está en su rol de “colaborador” participa activamente en la función a su cargo y contribuye con su empresa, porque se siente parte de ella. Asimismo, cuando la persona en su rol “social” participa activamente en su comunidad y en su país, es cuando acepta ser parte de éstos. Entonces, una persona integral hace ambas cosas porque ese comportamiento la define.

La duda radica en definir si desde Recursos Humanos promovemos el desarrollo de personas integrales. ¿Sabemos cómo impulsar que nuestra gente abra más su círculo de influencia y colaboración?

Un tema que resulta importante a cualquier escala o escenario de vida es que cada persona actúe de manera consciente y ética, generando de manera individual un ambiente de respeto que nos caracterice permanentemente y no sólo en el trabajo. 

Entonces en la cultura organizacional una tarea fundamental es la de educar, modelar y promover una Cultura de Legalidad y Ética que se viva en la empresa y sea de tal impacto, que el colaborador se la lleve a su vida familiar, social y ciudadana; con esto se promueva que ese impacto de la vivencia de valores y ética sea exponencial en la vida en general.

Vivimos en México, uno de los países con mayor nivel de corrupción al ubicarse en el lugar 37 de las 37 naciones que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) según datos de Transparencia Internacional. Estas cifras generan una mala percepción sobre nuestro país, al mismo tiempo que quebrantan el ánimo y la armonía de las personas.

Dicha concepción sobre la corrupción crea un paradigma general que nos plantea límites a lo que se necesita hacer; da una idea de normalización a los actos ilegales que van desde no respetar una señal de tránsito, tirar basura en la calle, no participar en las juntas vecinales, no votar si hay algo mejor que hacer, desconocer las leyes y regulaciones de nuestro país; hasta no participar colaborativamente en un proyecto de la empresa, privarnos de proponer ideas de mejora que otros no ven, o no denunciar cuando algo está fuera del marco normativo de la organización. Estos últimos son comportamientos que cualquier directivo de Recursos Humanos buscaría revertir en los colaboradores de la empresa.

Las conductas que tienen nuestros colaboradores fuera del trabajo, es decir, en su vida ciudadana, se replican tarde o temprano a escala organizacional, impactando positiva o negativamente en la empresa.

Diversas compañías nos esforzamos para ser un gran lugar para trabajar, buscamos que nuestra gente se sienta cómoda y confiada en su labor diaria, al mismo tiempo que se desarrolla en temas de su función y contribuye de forma proactiva y productivamente año con año. Ahora imaginemos que el espectro de nuestra influencia logra permear los demás ámbitos de nuestra gente y su jerarquía de valores; así podemos aspirar a ser un gran país para vivir.

Entonces vale la pena reflexionar sobre el rol que tenemos los directivos en general y, sobre todo, quienes encabezamos las áreas de Recursos Humanos, porque no sólo se nos exige diseñar y fomentar estrategias que promuevan la conciencia ética ampliada y logremos una Cultura de Legalidad Empresarial, sino que nos obliga a ser en nuestra persona un ejemplo de ética.

Este tipo de responsabilidad puede incomodarnos —aunque nadie dijo que ser directivo es fácil—, pues implica desarrollarnos diariamente, sobre todo en reconocer que la influencia que tenemos conlleva la responsabilidad de actuar, en consecuencia, a la misma altura.

La ética tiene, indudablemente, muchos beneficios personales:

  1. Desde los beneficios individuales, haciendo sentir a cada persona que, con actos éticos, contribuye construyendo algo mejor y superior a sí mismo.
  2. Desde la organización, ya sea familiar o empresarial, siendo un elemento de desarrollo de confianza y sustentabilidad emocional y económica en su grupo de influencia.
  3. Desde la ciudadanía, que nos brinda oportunidades de vivir con derechos y garantías.
  4. Desde el ser humano, que nos evidencia que somos parte de un mismo planeta y nuestra contribución aporta a una mejor perspectiva de futuro en la vida.

Estos beneficios son los percibidos desde la perspectiva de ser una persona ética. Ahora, siendo una empresa ética que promueva y viva una Cultura de Legalidad, las ventajas son enormes, ya que uno de los valores intangibles más altos de una empresa es su reputación, que se construye con los años, congruencia y ética. Esto se refleja en el valor de la marca y, por lo tanto, del negocio mismo.

Cabe considerar que el impacto de esta red de influencia también abarca la vigilancia de los principios de las empresas tercerizadas que contratamos para servicios de vigilancia, limpieza, comedores, etc., en lo que se refiere al apego de un código de ética que sea compatible y congruente con nuestra propia filosofía.

El valor agregado que aportan la formación, el modelaje y la vigilancia de las normas éticas y de legalidad en la empresa tiene un efecto profundo en la jerarquización de los valores de la gente. La empresa es el espacio en el que pasamos gran parte de nuestro tiempo y los hábitos aprendidos generan conductas recurrentes, las cuales derivan en nuevas creencias, que en su constante ejercicio y amplitud de aplicación replantean el orden de nuestros propios valores personales.

El reto es asumir esta responsabilidad, ampliar nuestra conciencia, construir una mejor empresa, sociedad y país.

Sembremos el deseo de mejorar el mundo desde nuestro rol de Recursos Humanos.

 

Mónica Magaña

Directora de Talento y Cultura en MOBILITY ADO Es licenciada en Psicología Industrial por la Universidad del Pedregal y tiene estudios de postgrado en Liderazgo, Desarrollo Humano, Gestión del Cambio, Coaching Ejecutivo Estratégico y Psicoterapia Humanista, entre otros, por diferentes instituciones académicas nacionales e internacionales. Cuenta con más de 27 años en áreas de Recursos Humanos en instituciones tales como la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Grupo Nacional Provincial y diferentes despachos de Consultoría, especializándose en temas de gestión de talento y desarrollo organizacional; así como gestión del cambio en temas de transformación digital. Desde hace 14 años colabora en MOBILITY ADO y desde hace nueve años es Directora de Talento y Cultura, responsable de la estrategia de personal.

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