¿Será que desde niña soy fan de las cosas del espacio?, no sé si sea eso, pero hoy no puedo dejar de gritar que las imágenes del telescopio espacial James Webb me han llenado de asombro.

Tienen una claridad maravillosa que, junto con su belleza, nos recuerdan lo insignificante y grandiosa que es al mismo tiempo la humanidad.

Ojalá te haya pasado lo mismo, si no las has visto o leído del tema, te recomiendo que lo hagas. Si eso no te despierta admiración, no hay nada que te pueda impresionar.

Sé que habrá muchas personas, particularmente astrónomos, que podrán explicarnos mucho mejor el significado científico de los nuevos datos que nos está enviando el aparato situado a 1.5 millones de kilómetros de la Tierra y equipado con una tecnología que capta un espectro más amplio de las ondas de luz.

Es la visión más “profunda” del universo que hayamos tenido y eso no sólo quiere decir que se vea más lejos, sino que nos permite ver imágenes de astros mucho más antigüas, lo cual ayudará a los científicos obtener mejor información sobre el origen del universo (entre muchas otras cosas difíciles de entender para los simples mortales como nosotros).

Desde niña me interesé en los temas sobre el espacio, en mirar al cielo y pensar en todo lo que hay ahí. Soy una generación que creció con las películas de Star Wars. En mi época, veíamos Cosmos, el programa de televisión de Carl Sagan y todas las repeticiones que nos pusieran de series como Star Trek que nos llevaban a mundos desconocidos.

Las fotos del universo tomadas con el telescopio espacial James Webb me remontaron a esos mágicos momentos. Las estrellas, nebulosas y galaxias cobraron una nueva dimensión.

Exitada por este hito científico, lo comentaba con un amigo quien, a su vez, lamentaba que la mayoría de las personas no estuviera igual de estusiasmada que yo. ¿Será posible que estemos tan enajenados que no nos demos cuenta de un gran acontecimiento?

Tenemos ya años metidos en una pandemia global, en su crisis económica, política y social, que hemos descuidado nuestra salud mental.

Una excelente forma de despertar de este aletargamiento emocional es movernos a las dimensiones que nos regala el asombro. Es una de las emociones que estudia la psicología positiva para propiciar la felicidad: esa sensación de estar ante algo maravilloso y mucho más grande que nosotros mismos, pero al mismo tiempo mantenernos en armonía con esa inmensidad. Esta fue la impresión que tuve al ver aquellas imágenes.

Percibir mariposas en el estómago, que la quijada se nos cae, mirar nuestra pequeñez y sentirnos humildes ante la grandeza del universo, puede traernos beneficios.

Algunos estudios de psicología sugieren que practicar el asombro reduce la inflamación celular, con el envejecimiento prematuro causado por la oxidación y los radicales libres; nos hacer sentir satisfechos con la vida, nos ayuda a pensar de forma crítica y a la vez reduce nuestra necesidad de consumir bienes que no necesitamos.

El asombrarnos nos conecta con los otros y esa es una emoción más que nos brinda bienestar.

Si las fotos del universo no te fascinaron como a mi, vuélvelas a ver… y si aún no te funciona, te sugiero que encuentres formas de cultivar esa maravillosa emoción de la vida que es el asombro.

Tal vez las estrellas no son lo tuyo, quizás te la provoque la vida marina, las aves del cielo o alguna de las bellas artes, como la música. No importa, date espacio para vivir el asombro, no pierdas esa bella facultad de sorprenderte.


Contacto:

Rosalinda Ballesteros, directora del Instituto de Ciencias del Bienestar y la Felicidad de Universidad Tecmilenio.*

Facebook: @icfelicidad

Linkedln: @icfelicidad

Twitter:_wellbeing360

Mail: bienestaryfelicidad@servicios.tecmilenio.mx

Artículo publicado en Forbes

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