Los cambios auténticos no tienen que ser necesariamente movimientos de gran magnitud.
La frase más trillada de estos meses es que “el mundo ya cambió a causa de la pandemia”, pero la pregunta obligada es si tú o en tu organización ¿ya cambiaron?
Los reportes de organismos internacionales, de los gobiernos, de los promotores de negocios, de los profesionales de la salud, en fin, de todos, son contundentes con su diagnóstico: avanzamos hacia la Era Post-Covid, ¿pero ya lo asimilamos realmente?
Uno de los ejemplos que podría parecer trivial es el regreso al sitio de trabajo. Hay “jefes” que ya están apurando a sus colaboradores a volver, más por miedo a no tener el control que por la eficiencia que ello genera.
Preocupante es que esa actitud la tengan especialmente organismos de gobierno. Seguramente en muchas ciudades o entidades no es el momento de reabrir todas las actividades, pero también es un gran momento de sacar conclusiones sobre qué puestos son necesarios presenciales y cuáles no. Los datos de los beneficios al medio ambiente, con menos emisiones al reducirse la movilidad urbana, podrían ser contundentes. Pero eso poco puede importarle a una organización sin propósitos trascendentes o con miedo a los cambios.
Pero el home office es sólo un pequeño tema sobre los muchos que hay que discutir.
Ante la nueva normalidad, la gran mayoría de las actividades productivas tienen en frente nuevas oportunidades o, en el peor de los casos, deben evitar un mayor deterioro de su negocio; así que ya deberían estar cambiando, pero muchas todavía no saben ni qué hacer.
Entonces, decíamos, “el mundo ya cambió”, pero ¿qué podemos o qué debemos hacer?
La transformación ha sido enorme, pero lo más fuerte a estas alturas ya pasó. Retomemos lo que hemos hecho bien este año, corrijamos en lo que estamos fallando y pongámonos metas razonables.
En primer lugar debemos visualizar hacia dónde queremos ir y no caer en pánico. Solemos considerar los cambios como complicados, costosos y hasta que requieren un equipo especial para administrarlos, pero no necesariamente es así.
Kim Cameron, uno de los fundadores del Centro de Estudios de Organizaciones Positivas de la Universidad de Michigan, nos recuerda que los cambios auténticos no tienen que ser necesariamente movimientos de gran magnitud para llegar a los resultados deseados.
Usa una analogía muy sencilla y que a mi me gusta mucha recordar: si un avión cambia su trayectoria en un grado, terminará en un lugar muy distinto, y con este ejemplo nos incentiva a trabajar de esa manera: pequeños ajustes pueden traernos grandes transformaciones.
Un giro distinto de la manera de ver un problema o una situación, como generar conciencia del valor del trabajo de las personas y de la organización, puede ser el cambio que necesitamos.
Cameron nos invita a ejercer un liderazgo positivo, es decir, a inspirar a nuestros compañeros a soñar en lo que podemos llegar a ser, a renacer. Martin Seligman, el otro gran gurú de la psicología positiva, habla de hacer “florecer” a los demás.
Un error común en la organizaciones es estar vigilando quién no encaja en la organización para hacerlo a un lado (con sueldo o sin sueldo), pero no se pone atención en lo positivo, en esas pequeñas cosas que nos hacen mejores y más eficientes.
Si quienes dirigimos grandes organizaciones pusiéramos más atención en aquellas pequeñas cosas que son nuestras fortalezas y las reordenáramos estratégicamente, los grandes cambios vendrían como si llegaran por sí solos.
La verdad es que la pandemia todavía no nos ha cambiado, seguimos “apanicados”.
Recuerda: las soluciones no sólo vienen de las inversiones, los esfuerzos, las motivaciones o grandes contrataciones. Una buena relación con tu equipo puede ser suficiente para dirigir ese pequeño cambio que te dará grandes resultados en tiempos de Post-pandemia.
Saluda, pregunta por la salud de los demás o sus necesidades, trata de ser claro, retroalimenta y agradece, agradece y vuelve a agradecer.
El mundo ha cambiado, ¿y tú?
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Rosalinda Ballesteros, directora del Instituto de Ciencias del Bienestar y la Felicidad de Universidad Tecmilenio.*
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Artículo publicado en Forbes