Una lección de integridad

Cuentan que una noche, en plena campaña por la independencia Argentina, un guardia se acerca con el General José de San Martín y le dice que afuera de su tienda de campaña hay un soldado esperando y que pide hablar con el “caballero” San Martín con carácter de suma urgencia.

Intrigado, el general pide que lo hagan seguir. El soldado entra con una expresión un poco insegura y de gran preocupación.

— Buenas noches, soldado, soy el General San Martín, ¿en qué puedo servirle?

— Buenas noches, General, antes de decir el motivo de mi urgente solicitud de hablar con usted, necesito saber que estoy hablando con el Caballero San Martín, no con el General San Martín.

— Lo escucho atentamente soldado, un General es ante todo un caballero, aun en medio de la batalla. ¡Cuénteme que es aquello que tanto lo agobia!

El soldado, con voz baja y preocupada, comenta que es el encargado de traer la paga de los soldados desde un cuartel lejano y que cabalgó dos días seguidos para llegar a tiempo.

Apesadumbrado, acepta que cometió un gravísimo error, totalmente contrario a la ética militar.

Comenta que, al pasar por un poblado en la mitad de la noche, vio un casino y decidió entrar para refrescarse y de paso apostar algo del dinero de los soldados con el fin de tener una ganancia extra sin que nadie se diera cuenta. Sin embargo, y como es natural en un sitio así, al ver que empezó a perder, no le quedó otra opción que apostar más para recuperar lo perdido y al final, terminó perdiendo todo el dinero.

Lo que quiero decir, Caballero San Martín, es que acepto totalmente mi error y el castigo que me merezco aun si es el fusilamiento. Aceptó también que es mi deber retribuir todo el dinero y ya envié un compañero como mensajero a mi pueblo para que vendan unas tierras que me dejó mi abuelo y con ese dinero compensar mi error.

San Martín continúa escuchando atentamente, cada vez más sorprendido.

Sin embargo, y a pesar de mi vergüenza, necesito de usted un favor muy especial y desgraciadamente necesario: Los soldados no pueden esperar, pues necesitan su paga. De otra manera pueden amotinarse. Por eso, no me queda otra opción que pedirle, Caballero San Martín, que usted preste el dinero mientras resuelvo el tema, lo que me llevará aproximadamente unos quince a veinte días. De aval solo tengo mi palabra y mi honor y daré mi vida si es necesario con tal de que usted reciba ese dinero.

San Martín, pensativo, reflexiona por un momento confundido por tan extraña situación. Finalmente le responde:

Soldado, antes de decirle mi decisión ante tan inusual situación, le digo muy sinceramente que admiro su integridad y su valentía. Es cierto que cometió un gran error y merece un castigo ejemplar, pero también es cierto que lo reconoce de corazón y ya está enmendando ese error de la mejor manera posible. Ante tal actitud no me queda otra que aceptar y prestar el dinero para que los solados cobren lo que merecidamente se ganaron. Sin embargo, tengo una sola condición…

La que sea, mi vida y honor están de por medio.

No le pediré ningún aval, pues creo totalmente en su sinceridad y su buena voluntad. Siendo así, el Caballero San Martín le prestará el dinero mientras vende sus tierras. Solo le pido algo muy importante y es imprescindible que quede entre nosotros: por ningún motivo puede enterarse el General San Martín. Considere que si se enterara, y dado que entenderá que lo conozco muy bien, inmediatamente lo mandaría fusilar a usted y de seguro…. ¡Al Caballero San Martín también!

¿Quién eres frente a ti mismo cuando lideras a tu equipo?

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Ricardo Escobar Borrero

Miembro del consejo de EMCC Latam (Consejo Europeo de Coaching y Mentoring). Socio Fundador de HCN World. Director de Sg Talent Consulting. Coach ejecutivo con especialidad en Team Coaching. Ha certificado más de 1000 Team Coaches en 8 países de Latinoamérica.

Correspondencia con el autor: rescobar@sgtalentconsulting.com

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