En el fútbol, se dice que se rompe el vestidor cuando un director técnico ha perdido la conexión con sus jugadores, hay problemas de actitud, no se cree en su liderazgo y deliberadamente no se quiere seguir su estilo de juego. ¿Cómo pasa esto en las organizaciones y cómo podemos evitarlo?
El tema de fondo en el rompimiento del vestidor es que se perdió el contrato psicológico. Cuando esto ocurre se debilitan la conexión, las ganas de colaborar y el entendimiento mutuo. Como resultado, normalmente se entra a una espiral negativa que acabará con pésimos resultados y la salida del director técnico.
El contrato psicológico es el acuerdo entre dos personas o un equipo en el que se establece una relación con una buena intención; en el que se manifiesta el deseo mutuo de lograr un objetivo común y se establecen las bases para que la colaboración sea efectiva y funcional.
Este contrato es fundamental en todas las áreas de nuestra vida. Con nuestra pareja, por ejemplo, en la forma de vivir y de manejar los recursos; con nuestros hijos, en la forma de educarlos y establecer las reglas en casa y, por supuesto, en nuestros equipos de trabajo para lograr un alto desempeño.
En lo individual, para hacerlo práctico, hacer el contrato psicológico es crear el espacio para “tomarnos un café”, es decir, tener el tiempo para explorar nuestras expectativas, retos y objetivos para acordar la mejor forma de afrontarlos y lograrlos.
Una vez hecho este contrato, se da el marco relacional en el que sabemos que contamos con la otra persona y que podremos seguir dialogando para mejorar la relación y la capacidad de trabajar juntos. Cuando no se tiene el contrato psicológico, las formas de influencia más comunes están centradas en el poder: amenazas, castigos disfrazados de consecuencias, chantaje, intimidación, desacreditación, charoleo o influyentismo.
Todos estos patrones acaban por generar un enorme desgaste en la relación y crear un ambiente de rutina y apatía.
En cuanto a los equipos, una de las herramientas más poderosas que conozco para mejorar la colaboración y su orientación a resultados, es hacer explícito el contrato psicológico, es decir, crear un acuerdo de colaboración en el que se puedan expresar claramente las expectativas que se tengan en cuanto a los comportamientos de sus integrantes. Uno de los errores más comunes es dar por obvio el contrato y simplemente poner manos a la obra.
Son más de 60 las variables que he observado en las que los equipos establecen acuerdos. Lo ideal es elegir entre 6 u 8 para que realmente pueda dárseles un seguimiento adecuado. Dentro de las variables más comunes están: la toma de decisiones, cumplimiento de compromisos, velocidad de respuesta, manejo de la presión, formas de comunicación efectiva, manejo de juntas, credibilidad, empoderamiento, niveles de servicio y, por supuesto, mística y espíritu de equipo.
Quienes no gestionan el contrato psicológico, aprenden a vivir con sus disfunciones.
¿Esto qué significa? Que al no dialogar estos temas y darlos por hecho, lo que ocurre es que los miembros del equipo aprenden a sobrellevar las cosas como se vaya pudiendo.
Lo vemos de manifiesto en frases como: “A mí, fulano no me responde, pero lo veo con su jefe o su asistente”. “Yo navego con bandera de que estoy de acuerdo para no tener problemas, después hago lo que quiero”.
“El líder no quiere escuchar lo que realmente está pasando así que mejor lo resolvemos sin él”. De aquí la enorme importancia de darle espacio a estos temas, dialogarlos abiertamente y darles seguimiento.
Estimados lectores, cuidemos el contrato psicológico para obtener lo mejor de las personas que nos rodean y evitemos que se nos “rompa el vestidor”.
Revitalízate, vuelve a la esencia de lo que te da el éxito.
Dr. Alejandro Molina Bortoni
Socio Consultor, Revitalización Organizacional Psicólogo y maestro en Desarrollo Humano por la UIA. Diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITAM. Doctor en Organization Change, Pepperdine.
Su experiencia abarca 25 años, 17 países y 350 empresas. Colaboró con la Selección Mexicana en la Copa Alemania 2006.