Son dos fuerzas que se oponen, pero las dos pueden jugar a tu favor si las sabes distinguir y utilizar.

El futuro ofrece siempre la oportunidad de ser mejor que el presente, y como mujer llena de optimismo creo que pensar negativamente sobre lo que le deviene a la humanidad es negar las capacidades de nuestra especie.

Sin embargo, si consideras que con sólo “decretar” las cosas buenas y sonreír todo va a salir bien, francamente estás en un error.

El ser optimista significa saber observar los aspectos favorables de las cosas y sacarles el mejor provecho.

En ningún momento quiere decir que ignoremos las situaciones negativas. Las experiencias desagradables son parte de la vida.

Podríamos poner el caso del calentamiento global, es terrible, pero nos está dando grandes lecciones.

¿Hay que impedirlo o frenarlo?, ¿es posible revertirlo?, ¿qué debemos hacer?, ¿lo estamos haciendo bien? La experiencia es muy negativa y las respuestas son más que inciertas.

Sin embargo, el intentar resolver el problema ya nos ha brindado muchas lecciones y avances en el conocimiento de muchos temas, tanto en las ciencias duras, como la física, química o atmosféricas, como en la política, la diplomacia, la comunicación o la cultura cívica (que tal vez es donde peor hemos trabajado).

Pero no podemos dejar de reconocer que hay un aprendizaje, que nos toca a cada uno tomar lo que debemos aportar: luchar políticamente, mejorar la diplomacia, consumir menos, desarrollar fuentes de energía más limpia, crear mejores sistemas de tratamiento de desechos, etc.

Te puedo asegurar que cuando empecemos a resolver este problema descubriremos otro nuevo, por la sencilla razón de que así es la vida.

En su libro Los ángeles que llevamos dentro, Steven Pinkker nos habla de cómo nuestro pensamiento tiene un sentido moral que resulta nuestro mejor aliado para responder ante estos retos de la vida.

Curiosamente otros autores, Todd Kashdan  y Robert Biswas-Diener, en su libro La ventaja de tu lado obscuro, usan la misma característica del pensamiento moral, sobre todo desde la culpa, como un mecanismo que nos ayuda a vivir mejor en sociedad.

Es cierto, las personas negativas prefieren pasársela quejando de todo lo malo que hacemos y echándole la culpa a los demás de cualquier problema sin hacer nada.

Tal vez voy a pecar de optimista o positiva, pero incluso estas actitudes pueden ser útiles para la humanidad, nuestra comunidad, la familia o para nosotros mismos. Nos provocan culpa.

Los negativos tienen la habilidad de detectar los problemas, lo que está mal, lo que es feo o desagradable. Nos dan la oportunidad de trabajar en evitar esos malos hábitos, actitudes o descuidos.

Tal Ben Shahar, uno de los promotores del bienestar integral en el mundo, recomienda que, para alcanzar nuestra felicidad, debemos permitirnos vivir intensamente todas nuestras emociones, sean positivas o negativas.

Cada emoción negativa puede ser aprovechada para hacernos crecer.

Por ejemplo, la culpabilidad, si después de sentirla, valorarla y aceptarla, la asumes como una parte negativa que debes superar, te harás más responsable.

Pero si le huyes, la puedes convertir en vergüenza y eso te llevará a huir de tus deberes.

Así que tanto el optimismo como el negativismo pueden resultarnos adversos si no los usamos en favor de nosotros mismos y nuestra comunidad.

Contacto:

Rosalinda Ballesteros, directora del Instituto de Ciencias del Bienestar y la Felicidad de Universidad Tecmilenio.

Linkedln: @icfelicidad

Twitter:_wellbeing360

Autor: Rosalinda Ballesteros.
Artículo publicado en Forbes.

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