En una encuesta realizada a 3,000 personas por Trabajando, Se encontró que el 30% dedica de 50 a 55 horas por semana al trabajo, 29% labora de 45 a 50 horas, 26% reporta m s de 55 horas y s lo el 15% dedica menos de 45 horas al trabajo. En la actualidad, el tiempo que se dedica a la familia es menor al deseado por los trabajadores encuestados: 42% dijo que sacrifica tiempo de estar con la familia o amigos, el 32% refiere no ver a los hijos ni compartir tiempo con ellos y el 26% se ala problemas con la familia causados por la adicción al trabajo.
Ante esta realidad, hay que preguntarse cómo lograr un equilibrio entre el trabajo y la familia, sin llegar demasiado tarde a descubrir lo que es importante en nuestra vida.
La causa principal del conflicto trabajo-familia, es el modo de afrontar esa realidad y de no poner prioridades.
Hay que empezar definiendo una misión clara por la que vivir, para tener un motor interno que nos impulse y nos ayude a ser felices. La misión ilusiona porque da un sentido profundo a la vida y hay conciencia de que vamos a un lugar concreto. Cuando una persona conoce su misión, puede tomar las riendas de su vida con fuerza y se compromete con los valores que le ayudarán a lograrla.
Peter Drucker, gurú de la ciencia del management, dedicó toda su vida a enseñar a los directivos a dirigir personas en las empresas. En los últimos años de su vida afirmaba: “Hoy enseño, antes que nada, cómo gestionarse a sí mismo”.
Eso incluye el autoconocimiento, para ver cómo funcionamos como personas y así alinear nuestras emociones y sentimientos a lo que pensamos. De ahí surge el autocontrol y el autoliderazgo, para lograr los retos y compromisos planteados.
Después hay que analizar lo que nos mueve en la vida. Siguiendo a J.A. Pérez L pez, podemos agrupar los principales motivos que nos impulsan a la acción en tres categorías:
Extrínsecos (externos): son los que nos vienen de fuera, del entorno: dinero, fama, reconocimiento, etc.
Intrínsecos (internos): el aprendizaje, el reto o el placer que se obtiene de la misma acción.
Trascendentes: su origen también está en el interior de la persona, pero su destinatario está fuera; nuestras acciones repercuten positivamente en ellos: un colega de trabajo, los hijos, el marido. La persona que se mueve por motivos trascendentes tiene una forma mucho más completa de entender la vida.
Estos tres motivos pueden darse simultáneamente, por ejemplo, puedes levantarte a trabajar: para ganar dinero (extrínseco), porque te gusta tu profesión y la ves como un reto (intrínseco) y porque quieres hacer algo útil por otros (trascendente).
Sin embargo, en cada persona el peso de estos motivos es diferente, depende de sus prioridades en la vida y de su misión personal.
Hay que preguntarnos cuáles son los motivos que impulsan nuestras decisiones para conocernos más y poder definir nuestras prioridades en lo personal, familiar y laboral.
Actualmente, parece como si el trabajo y la familia fueran dos aspectos opuestos entre sí, no obstante, podemos decir que son complementarios, porque uno enriquece al otro y unidos correctamente ayudan a integrar la propia vida.
El gran reto es poder desconectarse al salir del trabajo y en el camino a casa empezar a pensar en nuestro rol como padres, esposos, hijos, etc.
También hay que estar conscientes de que hay roles insustituibles, sólo yo soy la madre de mis hijos, la esposa de mi marido, la hija de mis padres, la hermana de mis hermanos.
En cambio, amiga de mis amigas y profesionales en mi empresa puede haber muchas más. De esta forma es como puedo poner prioridades acertadamente, al estar consciente de dónde soy insustituible y dónde no.
Otro factor esencial es el horario, hay que ser valiente para salir de la oficina a tiempo, pero habiendo aprovechado “horas de 60 minutos” para dejar resueltos nuestros deberes y responsabilidades sin sentirnos culpables.
La clave para lograr el equilibrio familia-trabajo está en no perder nunca de vista la misión personal y las prioridades. Cuando estamos en los problemas del día a día hay que preguntarse:
¿Qué pesa más en mi balanza?, ¿Qué absorbe más mi tiempo, cabeza y corazón?
Con frecuencia le damos mayor importancia al trabajo porque nuestro puesto depende de eso, el problema es que acabamos saturados y cuándo llegamos a casa ya no nos quedan fuerzas para hablar y menos para escuchar.
Con el pretexto de “trabajo por mi familia” acabamos destruyéndola, y al final resulta que no lo hacíamos por ella sino por nosotros, por nuestro éxito profesional y nuestro egoísmo.
Pero si vamos tomando decisiones con base en nuestra misión y nuestras prioridades, lograremos un equilibrio en nuestra vida y seremos más felices.
Por: María Luisa Pimentel Zamudio
Directora de la Carrera de Administración y Recursos Humanos.