La economía necesita una base de confianza y credibilidad para que los contratos se cumplan, para que las negociaciones se realicen y para que los mercados funcionen.
Recientemente diversos factores se han traducido en un hartazgo social por el abuso del poder, la corrupción, la impunidad, la incertidumbre económica, por mencionar algunos; lo que ha incidido desfavorablemente en la credibilidad de las instituciones y ha mermado la confianza de los mexicanos.
Esto representa una preocupación en el sentido que un país donde sus habitantes gozan de confianza, resulta ser más competitivo, con mayor desarrollo y crecimiento.
De acuerdo a Robert Putnam, profesor de políticas públicas de la Universidad de Harvard, la construcción de capital social tiene un gran impacto entre los individuos, organizaciones, e incluso, entre las naciones.
Es precisamente el lugar de trabajo una fuente de creación del capital social. El trabajo es una parte importante de nuestras vidas, ya que el ciudadano común y corriente pasa una gran parte de su vida laborando.
Así, el centro de trabajo constituye uno de pertenencia, de membresía y de soporte mutuo, que puede ayudar a la generación de este capital social. Además, los lugares de trabajo actúan como centros comunitarios para individuos y grupos, que favorecen la construcción del capital social no sólo dentro de la oficina o fábrica, sino también fuera de éstas.
La fuerza laboral se cohesiona al crear equipos de voluntariado; donando dinero, tiempo y experiencia para causas nobles, e incluso, participando en programas que le permitan convivir fácilmente con su familia y su comunidad.
Estos espacios de convivencia, de cooperación cívica, se traducen en el fortalecimiento de esta red humana construida con base en la confianza y reciprocidad.
De esta manera, el capital social ejerce externalidades positivas, porque las redes sociales no sólo benefician a aquéllos que las conforman, sino que su influencia positiva rebasa al grupo inmediato, favoreciendo a quienes están fuera, por lo que representa una de las formas más promisorias para remediar toda suerte de enfermedades sociales.
Cuando el capital social se ve disminuido, la gente sufre de soledad y depresión, al empezar a desconectarse y separarse unos de otros, perdiéndose las redes de la vida cívica, mientras que la confianza en las instituciones se deteriora, resultando en ciudades amuralladas.
En la actualidad se observa un deterioro del capital social por múltiples razones: falta de espacios comunitarios, embotellamientos y tránsito, barrios distantes, etc., que aunado a un “mal humor social”, han creado una merma en la cohesión entre los individuos.
Con base en los trabajos de Putnam (2000-2003) se construyó un índice de cohesión social en México para los años 2009 y 2014, usando variables que reflejaran participación política, cívica y religiosa; conexiones en el campo laboral y social; altruismo, voluntariado y filantropía; reciprocidad, honestidad y confianza.
Adicionalmente se incorporaron otros indicadores económicos, atendiendo a las sugerencias hechas a los trabajos del autor antes mencionado, como fueron los indicadores de desigualdad y el Índice de Desarrollo Humano (IDH) —el índice de desigualdad fue calculado con datos del coeficiente de Gini del Banco Mundial y el IDH con base en el índice del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo—.
Se puede observar que en una escala del 1 al 100, México alcanzó un índice de 61 para 2009, bajando a 59.4 en 2014.
Este descenso se puede atribuir a la disminución del trabajo voluntario, de la participación política y la confianza; pero sobre todo, los aspectos que peor desempeño tuvieron fueron los relacionados con las conexiones sociales.
¿Cómo sortear esta crisis? ¿Cómo volver a conectar a los individuos? Es claro que una pequeña inversión en capital social crea círculos virtuosos. Putnam reconoce cuatro principios para construir capital social:
Impacto: evaluar estrategias empresariales que permitan fomentar el capital social y no lo erosionen.
Reciclaje: la utilización de capital social genera más, reciclándolo de diferentes maneras.
Puenteo o conexión: el capital social se puede construir de diferentes formas. Las redes pueden reforzar similitudes entre los individuos, creando un capital social amalgamado, o bien aquellas redes que unen individuos que difieren de forma importante por raza, estatus socioeconómico o sexo, pueden crear capital social de puenteo sobre las diferencias. Esto es básico para mantener la prosperidad y la paz social.
Ciudadano a ciudadano: la falta de unión redunda en falta de interés en la comunidad; así, los esfuerzos para la construcción de capital social deben enfocarse también a fortalecer la comunicación horizontal y la reciprocidad entre individuos.
La construcción de capital social en la empresa es parte de su responsabilidad social y constituye una forma de crear cohesión, porque cambia percepciones egoístas e incrementa la voluntad de trabajar conjuntamente y socializar; construye puentes de diálogo y entendimiento entre el personal, que se traducen en productividad, competitividad y bienestar.
En resumen, mediante la responsabilidad social corporativa, el capital social puede conducir a la creación de poderosas redes sociales desde la empresa.
Este enfoque constituye una magnífica oportunidad para volver a ubicar al hombre como centro de desarrollo, revalorar su trabajo y trascender el concepto utilitarista de éste. Revalora a la persona como eje de la empresa y del compromiso de ésta por el desarrollo humano e integral de sus trabajadores.
Genera el diálogo social esencial para lograr seres humanos responsables, comprometidos y éticos. La responsabilidad social empresarial es una forma de rescatar el capital social y, por ende, la cohesión entre individuos, que las empresas no deben desaprovechar y que tanto necesitamos hoy en día.